Domingos por la tarde

 Es domingo por la tarde
el sol está pegando fuerte,
y vos, con la remera toda transpirada,
sabés que hoy no vas a hacer nada productivo.
Te tirás en el sillón,
con el ventilador que gira lento,
como si también estuviera cansado,
y ahí te quedás, mirando el techo
como si de repente fuera lo más interesante del mundo.

Agarrás el control remoto,
prendés la tele,
y hacés zapping con una pereza tan grande
que ni ganas de mirar algo te quedan.
Te aparece un partido viejo de fútbol,
uno de esos que viste mil veces,
pero igual te lo dejás.
Porque, ¿qué más vas a hacer?
El día ya se te fue de las manos,
como tantas otras cosas.

Te suena el teléfono,
pero ni ganas de contestar.
Seguro es tu vieja
para preguntarte si comiste bien
o si ya tenés planeado ir el domingo.
O capaz es algún amigo
invitándote a una birra,
pero hoy no,
hoy el cuerpo no da para moverse ni hasta la esquina.

Volvés a mirar la tele,
los jugadores corren,
el público grita,
pero vos no sentís nada.
Ya no te emociona como antes,
y te preguntás cuándo fue que todo empezó
a parecer tan rutinario.
Capaz es el calor,
capaz es la vida.
Quién sabe.

Te levantás,
vas a la cocina,
abrís la heladera y te encontrás con lo de siempre:
un par de cervezas,
algo de fiambre,
y una botella de agua que hace semanas que está ahí,
mirándote con lástima.
Sacás una birra,
volvés al sillón,
y te quedás ahí, con la lata en la mano,
pensando en lo irónico que es todo.
Tanto lío, tanto correr,
y al final terminás acá,
mirando un partido que ya sabés cómo termina
y tomando una birra que ni te saca la sed.

Te llega un mensaje.
Esta vez lo leés.
Es el grupo de amigos de la secundaria,
esos que ya ni ves,
pero que cada tanto aparecen
para organizar algo que nunca se concreta.
"¿Hacemos asado mañana?"
Y vos, que ya sabés que eso
es más un deseo que una realidad,
contestás con un emoji nomás.
Porque la verdad, ni ganas de pensar.
Capaz van, capaz no.
Al final, el domingo es otro día
que va a pasar como hoy,
entre el calor y la nada.

Y así pasa la tarde,
entre goles repetidos,
birras tibias y pensamientos
que no llevan a ningún lado.
Hasta que cae el sol,
y el cielo se pinta de ese naranja
que te recuerda que, a pesar de todo,
hay cosas que siguen valiendo la pena.
Capaz mañana sí sale el asado,
capaz los amigos se juntan,
capaz hasta el fútbol te vuelve a emocionar.
O capaz no.
Quién sabe.

Pero por ahora, está bien así.
Porque hay días que son así,
simples, vacíos,
pero necesarios.
Para parar, para no hacer nada,
para dejar que la vida siga su curso
mientras vos te quedás ahí,
en el sillón, con la birra en la mano,
esperando que el calor afloje
y las ganas de vivir vuelvan
como el aire fresco de la noche.

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