Lo que queda despues
Siempre me dijeron que el tiempo lo cura todo. Que con los días, las semanas, los meses, las heridas se cierran y el dolor se va diluyendo. Pero ¿sabés qué? No es tan así. Hay cosas que no se curan, que quedan ahí, como cicatrices invisibles, recordándote todo lo que fue y ya no es.
Después de que te fuiste, me quedé con ese vacío que nadie más puede llenar. Al principio, traté de distraerme, de hacer como si nada, pero la verdad es que estabas en todos lados. En los lugares que solíamos ir, en las canciones que escuchábamos juntos, hasta en los silencios que antes compartíamos y que ahora eran puro ruido en mi cabeza.
A veces pienso que lo peor no es que te hayas ido, sino que todo lo que vivimos se haya quedado atrapado en el pasado, como fotos viejas que solo yo sigo mirando. ¿Te acordás de esa vez que nos reímos tanto que nos dolía la panza? O cuando nos quedábamos hablando hasta que amanecía, como si el mundo se pudiera pausar para nosotros. Esas cosas, esas pequeñas cosas, son las que me siguen jodiendo.
Porque, aunque ya no estemos juntos, no puedo evitar pensar en lo que podría haber sido. No en plan masoquista, sino porque a veces es inevitable. Es como un reflejo, como un instinto que no podés apagar. Me pregunto si a vos te pasa lo mismo, si de vez en cuando te acordás de mí y sentís algo, aunque sea un poquito. Pero claro, nunca lo voy a saber.
Lo que más jode es que las cosas no se terminan de un día para el otro. Se van desgastando, como un par de zapatillas que amás pero que ya no dan más. Un día te das cuenta de que lo que antes te hacía feliz ahora te pesa, que las charlas se volvieron discusiones y que lo que antes era amor ahora es solo costumbre. Pero seguís, porque es difícil aceptar que algo que te dio tanto ya no te da nada.
Y después, cuando todo se va al carajo, te quedás con lo que queda. Con las fotos, los recuerdos, las canciones que evitás escuchar para no terminar bajoneado. Y ahí es cuando te das cuenta de que el tiempo no cura un carajo. Lo único que hace es enseñarte a vivir con la ausencia, a convivir con los “y si” que nunca se resuelven.
Pero, ¿sabés qué? Al final, aprendés a seguir adelante. No porque lo hayas superado, sino porque la vida sigue y vos tenés que seguir con ella. Y en algún momento, sin darte cuenta, dejás de pensar en lo que fue y empezás a pensar en lo que puede ser. Y ahí es cuando empezás a sanar, no porque el tiempo lo haya curado, sino porque decidiste seguir caminando, aunque sea con una que otra cicatriz.
Comentarios
Publicar un comentario