Siempre me las arregle solo

 Siempre fui de bancármela, de resolver mis cosas sin pedir ayuda, de hacerme el fuerte aunque estuviera roto por dentro. Nunca me gustó molestar, nunca quise ser una carga. Pero esta vez, loco, esta vez era distinto. Esta vez necesitaba que alguien me dijera que todo iba a estar bien, aunque fuera mentira. Que alguien me escuchara sin apurarse, sin querer darme una solución rápida, sin minimizar lo que me pasaba.
No era tanto pedir, ¿no? Un mensaje, una llamada, un “¿cómo estás en serio?”, no por compromiso, sino con ganas de escuchar la respuesta. Pero qué sé yo, parece que cuando sos el que siempre está para los demás, nadie se acuerda de estar para vos.
Y ahí me vi, sentado solo, con un millón de cosas en la cabeza y nadie al lado. Y me di cuenta de que, al final del día, si no me abrazo yo, si no me contengo yo, nadie más lo va a hacer. Así que me paré, respiré hondo y seguí. Como siempre. Como nunca hubiera querido.

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