Ella

 Ella no camina, flota. Tiene ese andar que parece que no le pesa el mundo, aunque yo sé que lo lleva encima. Nunca me lo dice, pero lo veo en sus ojos cuando se queda callada mirando por la ventana, como si ahí, entre las nubes y el ruido de los autos, pudiera encontrar un poco de paz.
Ella no se viste para gustar, se viste para ser. Y siempre lo logra. No importa si tiene puesto un vestido o un buzo tres talles más grande; es imposible no mirarla. No por lo que lleva, sino porque tiene esa cosa, ese "no sé qué" que te deja medio boludo cada vez que te sonríe.
Ella tiene una risa que explota como un brindis en Año Nuevo, y un carácter que te puede partir al medio si la hacés enojar. Y cuando se cruza de brazos, Dios, yo sé que estoy en problemas. Pero también tiene las manos más suaves que conocí, esas que cuando te tocan parece que te arreglan los pedazos rotos sin decir nada.
Es puro fuego, pero también es agua. Es la que me calma cuando no doy más, la que me dice “tranquilo” cuando todo se me desmorona. Es la única que sabe cómo entrar en mi caos sin quemarse.
Ella es la que canta en la ducha, la que se emociona con un perro en la calle, la que llora con películas que ya vimos cien veces. Es la que le pone azúcar al café cuando sabe que lo prefiero amargo, y me dice “así es más rico” mientras se ríe.
Y yo, como un boludo, me doy cuenta todos los días de que no podría vivir sin ella. Porque ella no es mi otra mitad, no es mi complemento. Es el todo. Mi todo.

Comentarios

Entradas populares