Dame un mate y arrancamos

 Te la hago corta, sin vueltas ni moños, porque hoy no tengo ganas de andar maquillando las palabras. Estoy podrido de los discursos dulces, de esas frases que suenan lindas pero que al final no dicen un carajo. Vamos a lo crudo, a lo que duele, a lo que ninguno quiere decir en voz alta.
¿Sabés qué? El amor a veces es una mierda. Sí, ya lo sé, todos queremos creer en finales felices, en promesas que duran, en besos que no se borran. Pero la verdad es que la mayoría de las veces nos quedamos con las manos vacías, abrazando recuerdos que ya no significan nada.
El otro día, por ejemplo, me crucé con una mina que fue todo para mí. Todo. La vi en la calle, de casualidad, y no pude evitar pensar en cómo me dejó el corazón hecho pedazos. Y ahí estaba, con otro, sonriendo como si yo nunca hubiera existido. ¿Y sabés qué es lo peor? Que no la odio. Ni un poquito. Lo único que sentí fue un vacío de esos que te comen por dentro, pero que no tienen nombre.
La vida es así, parece. Te da un ratito de felicidad y después te lo arranca de las manos como un nene caprichoso. Y uno se queda ahí, mirando al piso, preguntándose si alguna vez va a encontrar algo que no termine rompiéndose.
Pero bueno, qué sé yo. A veces me dan ganas de tirar todo al carajo y dejar de buscarle sentido. Capaz el truco está en dejar de esperar tanto, en aprender a conformarse con las migajas. Pero después pienso: ¿qué clase de vida es esa? ¿De verdad estamos hechos para resignarnos?
No sé, loco. Hoy me levanté existencial. Dame un mate, poneme una cumbia bajita de fondo, y capaz mañana pienso diferente. O capaz no.

Comentarios

Entradas populares