Otra vez estoy durmiendo poco
¿y sabés por qué?
Porque no paro de darle vueltas a todo.
A lo que fue, a lo que no fue,
a las palabras que me dijiste
y las que te callaste.
Me acuesto pensando que hoy voy a dormir bien,
que voy a desconectar,
pero en cuanto apoyo la cabeza en la almohada
empiezan las preguntas,
los “¿y si hubiera hecho esto?”,
los “¿por qué no me di cuenta antes?”.
Es como una joda mental que no se corta nunca.
Estoy agotado, loco.
Cansado de mí,
de mi cabeza,
de este quilombo de pensamientos
que no me deja en paz.
Y lo peor es que vos seguro estás durmiendo como un bebé,
tranquila,
sin darle vueltas a nada.
Y esta bien.
El problema es que, yo, no puedo...
Estoy durmiendo poco porque, aunque no quiera,
todavía me importa.
Todavía pienso en lo que podríamos haber sido,
en lo que dejamos tirado,
en lo que yo estaba dispuesto a dar
y en lo que vos nunca te animaste a recibir.
Y eso cansa.
No físicamente,
porque el cuerpo aguanta,
pero la mente, loco,
la mente se cansa de correr en círculos
sin llegar a ningún lado.
El insomnio es una tortura.
Te deja ahí,
cara a cara con todo lo que intentás evitar
durante el día.
Y lo único que quiero es dormir,
olvidarme un rato de vos,
de mí,
de todo.
Pero, claro,
la noche no es tan buena compañera
cuando llevás el corazón hecho pedazos.
Otra vez estoy durmiendo poco,
y mientras escribo esto me doy cuenta de que
capaz no es solo por vos.
Capaz es por mí,
por las cosas que no supe soltar,
por las historias que me cuento para seguir justificándote.
Capaz es hora de aceptar
que algunos quilombos no tienen solución,
que algunas personas no vuelven,
y que, a veces,
el único consuelo que te queda
es aprender a convivir con el ruido de tu cabeza.
Pero por ahora,
acá estoy,
otra noche más,
mirando el techo,
esperando que el sueño me gane,
aunque sea para olvidarme de todo por un rato.
Comentarios
Publicar un comentario