El baile bajo la lluvia
Nunca me voy a olvidar de esa noche. Estábamos en una plaza cualquiera, una de esas que no tienen nada especial, salvo que esa vez la hacías vos. El cielo estaba gris, amenazando con llover, pero ni a vos ni a mí nos importaba. Caminábamos despacio, hablando de cosas que ya no recuerdo, pero que en ese momento parecían las más importantes del mundo.
De repente, empezó a lloviznar. Vos levantaste la cara, dejando que las gotas te mojaran, y te reíste como si la vida fuera una joda que entendías mejor que nadie.
—¿Bailamos? —preguntaste, estirando una mano hacia mí.
Me quedé mirándote, dudando. Pero había algo en tu mirada, en la forma en que te parabas frente a mí, que no me dejó decir que no. Así que tomé tu mano, y ahí estábamos, bailando en el medio de una plaza vacía, bajo una lluvia que empezaba a hacerse más intensa.
No había música, pero tampoco hacía falta. Vos cantabas bajito, una canción que reconocí pero que nunca supe cómo se llamaba. Yo intentaba seguir el ritmo, aunque siempre fui un desastre bailando. Pero a vos no te importaba, porque te reías cada vez que yo pisaba mal o hacía un movimiento torpe.
—¿Sabés que te amo, no? —dijiste de repente, mirándome fijo.
Me congelé por un segundo. Las palabras me agarraron desprevenido, como una ráfaga de viento que te despeina. Pero antes de que pudiera responder, te acercaste y apoyaste tu frente contra la mía.
—No digas nada —susurraste—. Sólo bailá.
Y eso hice. Nos quedamos ahí, empapados, moviéndonos al ritmo de nada y todo, como si el mundo entero hubiera desaparecido. Era perfecto, el tipo de momento que no necesitaba explicación, porque era demasiado real para cuestionarlo.
Comentarios
Publicar un comentario