Te dejo ir. Sin bronca, sin resentimiento. Así, tranquilo, como quien suelta algo que le hizo bien, pero que ya no le pertenece. Porque, no todos los finales tienen que ser amargos. A veces, simplemente, las cosas terminan. Y está bien.
Nosotros, por ejemplo, tuvimos nuestro momento. Y no me arrepiento. Ni por un segundo. Nos quisimos con todo, o al menos lo intentamos. Nos dimos lo mejor que teníamos, y aunque no alcanzó para siempre, sí alcanzó para ese tiempo. Porque no todas las historias tienen que durar para siempre para ser importantes. A veces, las mejores cosas son las que tienen un final, pero un final en paz.
Al principio me costaba aceptarlo, ¿eh? Me preguntaba en qué habíamos fallado, por qué no fuimos capaces de seguir adelante. Pero después entendí algo: no siempre hay un culpable. No siempre alguien tiene que tener la culpa. A veces, las cosas simplemente dejan de funcionar. La vida te lleva por caminos distintos, y aunque duele, también es parte de crecer. Parte de aprender que el amor no siempre se queda, pero eso no significa que no fue real.
Hoy, te miro y no siento bronca. No te veo como el error de mi vida, ni como alguien a quien tengo que olvidar a toda costa. Te veo como una persona que fue parte de mi historia, que me acompañó, que me enseñó. Y por eso, no te guardo rencor. Porque el rencor te ata, te deja clavado en el mismo lugar, mirando para atrás. Y yo ya no quiero mirar para atrás. Quiero seguir adelante, sin cargar con el peso de lo que ya no es.
Te dejo ir porque aprendí que el amor no es solo quedarse, también es saber soltar cuando ya no suma. Cuando lo que teníamos se empezó a convertir en una carga, en algo que ya no nos hacía bien. Y no está mal admitirlo. No está mal aceptar que lo nuestro fue lindo mientras duró, pero que ahora cada uno tiene que seguir su propio camino. Sin culpas, sin reproches.
Así que no, no te guardo rencor. Me enseñaste un montón de cosas, y por eso te agradezco. No me quedo con lo malo, ni con lo que no pudo ser. Me quedo con lo que fue, con lo que aprendimos juntos. Y ahora, lo suelto. Te suelto, sin bronca. Porque entendí que soltar no es perder, es dejar espacio para que algo nuevo llegue. Y por fin, puedo decir que estoy en paz con eso.

Comentarios

Entradas populares