Las expectativas
Siempre es lo mismo, ¿no? Te la pasás tratando de cumplir con las expectativas de todos. Tu viejo, tu vieja, tus amigos, la gente del laburo, hasta la gente que apenas te conoce. Todos tienen algo que esperar de vos. Y vos, como un boludo, intentás cumplir. Porque, ¿quién quiere defraudar? Nadie quiere ser el que falla, el que no está a la altura. Entonces, te pones la máscara, jugás el papel que te piden, y te olvidás de lo que realmente querés.
Y así vas por la vida, corriendo atrás de lo que los demás creen que deberías ser. Que tenés que tener una carrera exitosa, que tenés que estar en pareja, que tenés que vivir de una cierta manera, que tenés que ser siempre feliz. Pero nunca te preguntan si eso es lo que vos querés. Te meten en una cajita, te etiquetan, y vos, de a poco, te vas perdiendo en todo eso.
Lo peor de todo es que te acostumbrás. Te acostumbrás a cumplir con lo que te dicen. A dar explicaciones todo el tiempo, a justificar tus elecciones, a intentar encajar. Y ahí te empezás a dar cuenta: cuanto más intentás cumplir con las expectativas de los demás, más lejos estás de cumplir con las tuyas.
Te sentís atrapado. Como si estuvieras viviendo una vida que no es la tuya, sino la de los demás. Te mirás al espejo y no sabés si lo que ves es realmente vos, o la versión de vos que los otros esperan. Y eso, loco, te va matando por dentro. Porque, al final del día, por más que cumplas con todo lo que te piden, nunca es suficiente. Siempre hay algo más, algo nuevo que tenés que lograr para que los demás estén contentos.
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