La vida me cago a palos
¿Viste cuando sentís que la vida te está cagando a palos? Bueno, así me pasó a mí. Me dio de lleno, sin aviso, como si le hubiera dado bronca que me fuera bien un rato. Y no una vez, varias. Porque la vida no se anda con chiquitas, loco. Te pega cuando menos lo esperás, cuando pensás que la tenés más o menos clara, ¡pum! Te tira al piso y te deja ahí, viendo si te levantás o te quedás tirado.
Me la dio en la cara más veces de las que me gustaría admitir. Un laburo que se fue al tacho, una relación que se cayó a pedazos, amigos que desaparecieron cuando más los necesitaba. Y ahí estaba yo, solo, mirando para todos lados, preguntándome qué carajo había hecho mal. Pero sabés qué, la vida no te pregunta si estás listo. Te manda las piñas igual. Te sacude el piso y después te deja solo para que veas qué hacés con todo eso.
Y sí, me caí mil veces. Me quedé en la lona, pensando que ya no daba para más. Pensando que ya estaba, que no iba a poder levantarme de nuevo. Porque cuando la vida te caga a palos, te hace dudar de todo. Te hace creer que sos vos el que está fallado, que no hay forma de salir de ese pozo. Pero ahí es cuando te das cuenta de quién sos en serio. Porque no es en los días buenos donde te conocés, es en los momentos de mierda.
La vida me cagó a palos, y no te voy a mentir, por momentos pensé en dejar todo. Me quedé mirando el techo muchas noches, preguntándome por qué mierda todo me salía mal, por qué todo lo que quería se iba a la mierda. Pero en algún momento, te cansás de estar en el suelo. Te hartás de sentir lástima por vos mismo. Y ahí es cuando hacés algo. Te levantás, te sacudís el polvo y volvés a la pelea, aunque sepas que te pueden volver a cagar a palos.
Porque al final, no es sobre cuántas veces te caés, es sobre cuántas veces te levantás. Y eso lo entendí a las piñas, literalmente. La vida me puso contra las cuerdas, me tiró más de una vez, pero acá estoy. No perfecto, no invencible, pero de pie. Porque cada piña, cada golpe que me tiró, me enseñó algo. Me enseñó que la vida es una pelea constante, y que nadie va a pelear por vos si no lo hacés vos mismo.
Y sabés qué, ahora lo veo distinto. La vida me cagó a palos, pero no me venció. Porque cada vez que me dejó en el piso, aprendí a levantarme un poco más fuerte, un poco más sabio. Y eso, es lo único que importa. No importa cuántas veces te caguen a palos, lo que importa es que sigas levantándote.
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