La paja que da conocer a alguien
¿Viste cuando conocés a alguien y decís: "Uy, qué paja"? No por la persona en sí, sino por todo lo que implica arrancar de cero. Empezar con el “¿cómo te llamás?”, “¿a qué te dedicás?”, esas charlas de manual que ya las tenés más gastadas que un billete de dos pesos. Y ahí pensás: ¿realmente tengo ganas de pasar por todo esto de nuevo?
Porque, posta, qué desgaste. Conocer a alguien parece más una tarea que un placer. Otra vez tener que contar tus gustos, otra vez hablar de lo que hacés, de tus ex, de tus dramas, de qué cosas te hacen reír, de qué cosas te hacen llorar. Todo desde el principio. Y lo peor es que ni siquiera sabés si esa persona vale la pena o si, en dos semanas, va a desaparecer como tantos otros.
Entonces, ¿para qué? ¿Para qué meterle ganas si ya sabés cómo puede terminar? Todo el proceso de conocer a alguien es casi como llenar un formulario infinito. Y cuando por fin creés que terminaste, ¡pum! Ahí viene otra pregunta, otra historia que contar, otro mensaje que responder.
Encima, no es solo eso. Es la paja de mostrarte de nuevo. De pensar si lo que dijiste cayó bien, si la otra persona te está juzgando, si estás siendo demasiado o muy poco. Porque en el fondo, cuando estás conociendo a alguien, estás caminando en un campo minado, cuidando cada paso para no cagarla demasiado pronto. Es un desgaste emocional tremendo.
Y no es que no me guste la gente, eh. No es eso. Es que a esta altura, me da paja todo el esfuerzo que implica volver a abrirte, volver a confiar, volver a mostrar quién sos. Porque ya lo hiciste tantas veces que te cansaste. Tantas veces que después de un par de semanas la cosa se fue a la mierda, y otra vez a empezar.
Así que nada, por ahora prefiero quedarme con mi círculo, con la gente que ya me conoce, que ya sabe mis quilombos y mis rarezas. Porque sí, conocer a alguien nuevo puede ser emocionante, pero la verdad, loco, qué paja todo lo que tenés que pasar para llegar a algo que tal vez ni funcione.
Comentarios
Publicar un comentario