De a ratos te extraño

 De a ratos te extraño,
como cuando me siento en ese rincón del sillón
donde siempre te apoyabas,
con las piernas cruzadas y el pelo desordenado.
Ahí, entre el silencio de la casa
y el ruido suave del tiempo que no para,
te aparecés.
No es que quiera pensarte,
pero de a ratos, sin querer,
sos vos la que vuelve.
Te extraño cuando estoy por la calle
y veo a alguien de espaldas,
con ese abrigo que tanto usabas.
Por un segundo,
mi corazón se acelera,
como si fueras vos,
como si te hubiera encontrado de nuevo.
Pero no.
Siempre es alguien más,
porque aunque te aparezcas de a ratos,
sé que ya no estás.
Es raro cómo esos destellos de lo que fuiste
me golpean cuando menos lo espero,
en medio de lo cotidiano,
en la mitad de cualquier día.
Te extraño de a ratos,
cuando abro la heladera
y veo ese paquete de mayonesa que dejaste,
que todavía está ahí,
como si fuera una parte de vos que no quiere irse.
Es absurdo, lo sé.
Una mayonesa que nunca comí,
pero que no puedo tirar,
porque de alguna manera,
es el único rastro físico de todo lo que fuimos.
De a ratos te extraño así,
en esos detalles tontos,
en las pequeñas cosas
que quedaron suspendidas en el tiempo.
A veces miro los bancos y pienso
que, si me sentara en el mismo lugar donde
nos sentamos
podría verte ahí otra vez,
con esa sonrisa tranquila,
hablándome de cualquier cosa
mientras el sol bajaba y la tarde se volvía noche.
Te extraño en esas caminatas,
en el viento que me toca la cara
y me hace cerrar los ojos,
como si, por un segundo,
pudiera sentirte de nuevo al lado mío.
De a ratos te extraño,
cuando me llega alguna noticia
que sé que te habría hecho reír.
Tengo ese impulso de contártelo,
de mandarte un mensaje como antes,
pero me detengo,
porque sé que ya no tiene sentido.
Ya no estamos en ese lugar.
Pero aun así,
el impulso sigue,
como si una parte de mí no quisiera aceptar
que ya no estamos conectados.
No es que no lo sepa.
Solo que, de a ratos,
mi corazón se olvida.
Te extraño en esos momentos raros,
esos donde no pasa nada importante,
pero algo me falta.
Un domingo a la tarde,
cuando mi casa está más callada que de costumbre,
y yo me encuentro solo,
pensando en todo lo que ya no es.
Es en esos momentos,
cuando el silencio se hace más pesado,
que me doy cuenta de que, de a ratos,
todavía te extraño.
Pero es de a ratos,
porque aprendí a vivir sin vos.
Seguí adelante,
como supongo que vos también.
Y aunque esos ratos se aparecen sin aviso,
sin permiso,
sé que son solo eso: momentos.
Pequeñas ráfagas del pasado
que me recuerdan que alguna vez estuvimos,
que alguna vez fuimos algo.
Y está bien.
Te extraño de a ratos,
pero no todo el tiempo.

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