Todos llevamos mascaras
Todos llevamos máscaras,
esas que nos ponemos para el mundo,
las que usamos para protegernos
de las miradas que no entienden
lo que hay dentro de nosotros.
Sonrisas fabricadas,
gestos calculados,
palabras medidas
para encajar en un molde
que a veces ni siquiera elegimos.
Pero detrás de esas máscaras,
hay un yo que late,
un yo que quiere ser visto
en su totalidad,
sin adornos,
sin filtros.
Ese yo que se esconde
por miedo a no ser suficiente,
a no ser aceptado tal como es.
La verdad detrás de las máscaras
es que todos estamos un poco rotos,
un poco perdidos,
buscando un lugar
donde podamos ser verdaderos,
donde podamos dejar caer
esa armadura que nos pesa,
que nos limita.
Nos acostumbramos a fingir,
a mostrarnos fuertes
cuando por dentro temblamos,
a sonreír
cuando lo único que queremos
es llorar en silencio.
Y en esa rutina,
a veces olvidamos
que ser humanos
es ser imperfectos,
es tener dudas,
miedos,
y sueños que a veces
se sienten demasiado grandes
para nuestras manos.
La verdad detrás de las máscaras
es que lo más valiente que podemos hacer
es quitarlas,
es mostrar nuestras cicatrices
y decir,
"Esto soy yo,
con todo lo bueno y lo malo,
con todas mis contradicciones
y todas mis ganas de seguir adelante."
Porque al final,
cuando dejamos caer las máscaras,
descubrimos que la verdadera conexión
nace de la autenticidad,
de esa valentía de mostrarse
sin capas,
sin barreras,
solo siendo,
simplemente siendo.
Y tal vez,
al hacerlo,
encontremos a otros
que también se animen
a quitarse las suyas,
y en ese gesto,
encontremos la verdad
de quienes somos,
de quienes queremos ser,
juntos,
sin máscaras,
sin miedos.
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