Lo que no decimos






Hay tanto en lo que no decimos,
en esas palabras que se quedan atrapadas
en la garganta,
temiendo salir por miedo a cambiarlo todo.
Nos guardamos silencios
como si fueran escudos,
protegiéndonos de las tormentas
que podrían desatarse
si nos atreviéramos a hablar.
Lo que no decimos
se convierte en un peso invisible,
en una carga que llevamos a cuestas,
día tras día,
haciéndonos más pequeños,
más cautelosos,
como si cada pensamiento oculto
fuera un secreto que podría destruirnos.
Lo que no decimos
nos roba oportunidades,
nos aleja de lo que podría ser,
de lo que podría haber sido
si tan solo hubiéramos tenido el coraje
de ser sinceros,
de mostrarnos tal como somos,
sin máscaras,
sin filtros.
Nos quedamos con lo no dicho,
con ese nudo en el estómago,
con la sensación de que algo falta,
de que nos estamos perdiendo
de la posibilidad de un entendimiento,
de un amor más profundo,
de una conexión real.
Y es que a veces,
lo que no decimos
habla más fuerte que cualquier grito,
se convierte en la barrera
que nos separa de los demás,
que nos impide ser vulnerables,
ser humanos.
Pero tal vez,
en algún momento,
aprendamos que lo no dicho
también merece ser escuchado,
que hay valor en la verdad,
en el riesgo de mostrarse completo,
con todos los miedos y todas las dudas,
y que, al final,
es en lo que no decimos
donde se esconde la verdadera libertad.

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