Domingo
El amor de domingo
es ese que se despierta tarde,
sin apuro,
entre sábanas arrugadas
y la luz suave que se cuela por la ventana.
Es el café compartido en la cama,
sin prisas,
con esa sensación de que el mundo afuera
puede esperar un poco más.
Es caminar de la mano
por calles medio vacías,
disfrutando del silencio,
de la calma que trae el día,
sin pensar en lo que vendrá después.
Es elegir una película que ya viste,
pero que se siente nueva
porque la estás viendo con vos,
acurrucados en el sillón,
mientras la tarde se va desvaneciendo.
El amor de domingo
es el que se encuentra en los pequeños gestos,
en el mate que te alcanzan sin que lo pidas,
en la playlist que suena de fondo
con canciones que parecen escritas
solo para ese momento.
Es esa risa que sale fácil,
sin esfuerzo,
como si todo lo que necesitáramos
estuviera ahí,
en la simpleza de estar juntos.
Es el amor que no necesita adornos,
que se siente completo
con lo más básico:
una charla sin fin,
una caminata sin rumbo,
una mirada que lo dice todo.
Es el amor que no se apura,
que entiende que lo mejor de la vida
pasa en esos días tranquilos,
en esos momentos que parecen nada
pero que, en realidad,
son todo.
El amor de domingo
es el que nos hace sentir
que, a pesar de todo,
a veces lo único que necesitamos
es a alguien con quien compartir
la quietud de un día lento,
el calor de una tarde sin planes,
y la certeza de que, al menos por hoy,
todo está en su lugar.
Comentarios
Publicar un comentario